sábado, 29 de enero de 2011

HABLANDO DE BUEYES PERDIDOS


Fotografía  colgada en facebook por Wilson Brun

 Alerta naranja (tirando a roja)

Angel Juárez Masares

Cuando el pasado domingo la tormenta tiró postes y cables, y la ciudad entera quedó sin energía eléctrica, no pude evitar pensar en el drama que se estaría gestando en muchos hogares. Pero no me refiero a quienes la turbonada comenzó a volarle los techos, derrumbar paredes, y destruirles desde la licuadora a la foto de los abuelos italianos, aquella de color sepia y vidrio bombée.
Por un momento me aparté de éste -el verdadero drama- y me centré en el otro, el de aquellos a los que el viento no les tiró la casa; ¡qué hacemos ahora sin tele ni Internet!
Y la noche llegó, y con ella el desconcierto comenzó a reflejarse en el rostro de ese padre que –sentado frente a su hija adolescente- se dio cuenta que era incapaz de iniciar un diálogo que llenara las horas oscuras (y esta vez en el sentido literal de la palabra).
Pero ese rato pasó, y la excusa de la cena sirvió para aflojar tensiones, o por lo menos para cambiarles el objetivo; que esta milanesa es mejor que la que compraste el otro día; que mas vale nos comemos toda la ensalada porque para mañana sin la heladera no aguanta; que avisale a tu madre que estamos bien porque por ahí escucha un informativo y se preocupa; que si no tenés señal usá mi celu que sí tiene; que mejor no le des muchos detalles del asunto porque ya sabés como es la vieja.
Pero ese rato también pasó, y la nena encontró el mp3 con pilas y se enchufó los auriculares. Ahora estaba a salvo.
Sin embargo luego de lavar los platos, el hombre y la mujer se descubrieron de nuevo frente a frente y trataron infructuosamente de organizar una charla hasta que se dieron cuenta que era en vano.
Desearon entonces con todas las fuerzas que ocurriera un milagro. Que se rebobinara el tiempo como quien retrocede una película, enderezando postes caídos y cables en el suelo para que la pesadilla terminara pronto.
Pero eso no ocurrió, y se fueron a la cama resignados a esperar que  al día siguiente, “UTE” les reintegrara la razón de vivir.-
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PD:
Debo confesar que en realidad me senté a escribir una historia donde “el apagón” propiciaba el encuentro de la familia, el retorno al diálogo profundo. Es más, hasta tenía el título:
 “Cuando estás en la oscuridad, hasta una vela basta para iluminarte”
Pero comencé a escribir y salió esto. De todas maneras no me arrepiento, porque de lo contrario, hubiera mentido.

1 comentario:

Anónimo dijo...

No te preocupes, para muchos basto el farol y un juego de caja, como en cualquier otra noche!

salud,